miércoles, 27 de abril de 2016
sábado, 23 de abril de 2016
LO QUE NUNCA PASÓ
Una mañana gris,
lluviosa y fría de invierno iba paseando por las estrechas calles de Lisboa. Aquel
día amaneció distinto. No sabía qué pasaba exactamente pero había algo que era
inusual. Iba tarde al trabajo y no tenía tiempo para investigar lo que pasaba…
Cuando
llegué a la oficina me di cuenta de que
allí pasaba algo raro…
Mi jefe parecía un
poco asustado y como es normal no dudé en preguntarle el porqué de esa extraña
situación. Nada más hacerle la pregunta, él respondió:
-
¿Acaso
no viste anoche las noticias? - me contestó.
-
¡No! ¿Qué
sucedió para que esté tan asustado?
-
Hubo
un terremoto que afectó a nuestra Sede Central.
-
¿Cuáles
son los daños causados? – pregunté nervioso.
-
Algunas
ventanas se rompieron. La mayoría de las lámparas cayeron y algunos ordenadores
se estropearon debido al seísmo.
-
¿Hubo
algún herido?
-
No.
Gracias a Dios, no.
-
Pero…jefe,
usted está…
-
¿Herido?
No. No es más que un pequeño corte.
-
Tiene
muy mala pinta…Será mejor que le lleve al hospital, jefe.
-
Te lo
agradecería…Te aumentaré el sueldo.
El edificio estaba rodeado de policías. Un solo hombre
entró en la sala. Vestía una bata larga,
negra y gastada. Llevaba gafas de sol de una buena marca. Su pelo era grisáceo
y rizado. Yo diría que era del F.B.I. o algo así. Nos preguntó la causa del
gran seísmo. No dudé en mencionar que se había producido por causas naturales.
Él lo negó con la cabeza al tiempo que sacaba una pistola de los años sesenta y
nos exigía con cara de enfado que cantáramos todo lo que supiéramos.
Nos asustamos y
le dijimos que a las 14:30 todo había empezado a temblar; las paredes se
agrietaron; los pedazos de techo caían, se partieron los cristales y se
rompieron los muebles. Los jarrones se esparcieron por el suelo, los cuadros se
descolgaron de las paredes y las lámparas cayeron al suelo haciéndose trizas.
Los temblores hicieron que nada quedase quieto en su sitio.
También le
dijimos que el ascensor que llevaba a la sexta planta había desaparecido, por
lo que tuvimos que subir por las escaleras que estaban agrietadas, llenas de un
polvo de color marfil que cubría los peldaños, algunos de los cuales estaban
rotos o faltaban de su sitio. Había cables de cobre colgando. Íbamos con sumo
cuidado para no caernos al vacío.
Llegamos a la
sexta planta y tuvimos que abrir una gran puerta con los bordes rojos, llena de
grietas y casi tapada por los escombros.
Al otro lado de
la puerta descubrimos la oficina del Secretario General. Era blanca y negra y
había servido de refugio a numerosas personas. La mayoría eran jóvenes y rubios
y estaban muy bien vestidos, aunque estaban heridos y sucios.
Por suerte no
hubo muertos. Algunos corrían mucho peligro porque, además de que no podían
moverse, había muchas probabilidades de que les cayese algún trozo de techo
encima.
-
Hay
que llamar inmediatamente a urgencias – dijo mi jefe.
Cuando llegaron
los servicios de urgencias se echaron las manos a la cabeza por el montón de heridos que había. La
mayoría debido a los impactos de los trozos de
techo. Sus heridas eran muy profundas. Los sanitarios preguntaban a los
moribundos cómo se habían hecho semejantes heridas. Los heridos eran casi todos
extranjeros y no entendían lo que les estaban preguntando. Creo que a los de
urgencias les había sorprendido el terremoto en alguna fiesta de cumpleaños y
no estaban muy católicos.
Todos los heridos
fueron trasladados casi de forma inmediata al hospital.
Algunos guiris
fueron operados de urgencia y a la mayoría les cosieron las heridas. Hubo
alguno que se llevó más de nueve puntos porque le daba miedo que le operaran.
Como no firmó la autorización para la anestesia, los cirujanos le cosieron el
cráneo en vivo. Josua, otro miedoso que tampoco quiso operarse, firmó por
equivocación y lo anestesiaron sin que se diese cuenta. La operación duró más
de tres horas pero lo dejaron como nuevo. Salió del hospital por sus propios
pies, pidió un taxi para el aeropuerto y a las siete de la tarde ya estaba en
Londres tomando tarde el té. Los demás guiris fueron trasladados, con las
heridas curadas, a sus respectivos países. La mayoría eran norteamericanos.
Cuando terminé de
enseñar el edificio en ruinas pregunté al hombre misterioso si ya estaba
convencido de que se trataba de un seísmo. Él me respondió con un tono seco.
-
Todavía
creo que no se trata de un terremoto, verdaderamente.
-
Entonces,
¿qué cree usted que puede haber causado esta tragedia? - le pregunté por
curiosidad.
-
Esto
es algo confidencial – me susurró- pero se lo contaré si me promete que usted y
yo nunca hemos hablado de lo que voy a revelarle.
-
Vale
– le mentí con seriedad y nerviosismo- esta conversación no saldrá en ningún
momento de mi boca.
-
Está
bien. Trabajo en un departamento que persigue, observa y descubre a los
terroristas. Sinceramente, creo que detrás de todo esto hay un ataque de
yihadistas.
No le respondí.
Él tampoco quiso añadir detalles.
-
Entonces,
¿qué cree que debemos hacer? – pregunté tras una larga pausa.
-
Todavía
no lo sé. Seguimos investigando; pero, cuando descubra toda la verdad, se la
diré. No le quepa la menor duda.
-
De
acuerdo. Le prometo que no diré nada.
-
Un
avión ha partido hacia Estados Unidos con casi todos los heridos en la
catástrofe; pero un hombre que no habla con acento americano ha entrado en uno
de los cuartos de baño. Lo peor es que pienso que se trata de un yihadista ya
fichado. Su cara me suena- añadió.
Al parecer, el
hombre misterioso sabía bastante más de lo que me estaba contando. Se calló lo
que oí en la radio de mi coche cuando me dirigía a cenar:
-
Un
avión que se dirigía a Estados Unidos con un cargamento de afectados en una
catástrofe que ha destruido la Sede Central en circunstancias misteriosas ha
sido secuestrado por un yihadista que dice llevar un cinturón con bombas que
hará estallar si no sacan a su hermano de la cárcel ABDESALAM y que da dos horas de plazo. Si no se sale
con la suya amenaza con hacer saltar todo por los aires.
Cambié de cadena
y seguían informando de lo mismo.
-
La
policía se ha visto obligada a cumplir con la petición. Han sacado al hermano
de la cárcel y lo han trasladado en una avioneta a un aeropuerto privado donde
se ha realizado la liberación de los pasajeros. El yihadista y su hermano han
escapado en la avioneta.
Un poco más tarde
la policía detuvo a los fugitivos y los encarcelaron. Me sentí más tranquilo.
Mientras tanto,
en la Sede Central se seguía investigando el caso. Los agentes del departamento
que descubre a los terroristas ya estaban seguros de que no había sido un
terremoto porque la onda expansiva no había afectado a los alrededores de la
ciudad. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo: el hombre misterioso iba a
tener razón.
“Al no haber
afectado a los alrededores de la ciudad, los investigadores de la Sede Central
descubrieron con total certeza que fue un ataque yihadista”- leí en los subtítulos
del plasma mientras cenaba en el restaurante.
Entraron varios agentes
del F.B.I. y se sentaron en mi mesa. Se identificaron y me miraron con cara de
pocos amigos.
-
¿Con
quién has hablado? - me preguntó el que me pareció más agradable.
-
Con…
con nadie.- respondí bastante asustado.
-
Dínoslo.
Va a ser mucho mejor para ti, para tu familia y también para otras muchas
personas.
-
Bueno,…
la verdad es que… me sobornó un yihadista para que no os dijera nada a los del
F.B.I., pero he recapacitado con lo que usted me ha dicho. Ahora veo que es
mejor para mi y para muchas otras personas.
Los agentes del F.B.I.
se miraron entre ellos y luego volvieron a fijar sus miradas en la mía.
-
¿Por
qué no dijiste nada al principio? ¿Por qué no nos dijiste que te habían
sobornado? - me preguntó el que tenía cara de alimentarse de personas.
-
Tenía
miedo – dije rápido y muy asustado.
-
Pues
ahora es cuando deberías tener miedo.
Sentí un golpe y
lo vi todo negro durante un instante… Luego me consumí en un remolino de
colores y de todo tipo de formas que bailaban en mi cerebro. No sabía lo que me
estaba pasando.
-
¡Ah!-
exclamé sobresaltado.
Desperté de un
salto y miré espantado a todos lados. Estaba en mi habitación. Estaba sudando y
muy nervioso. Todo había sido un sueño. Estaba aún aturdido cuando oí unas
pisadas que se acercaban.
-
Cariño,
¿has despertado? Estabas gritando.
Era mi madre.
Entonces lo
comprendí todo. Anoche me acosté viendo un documental del gran terremoto de
Lisboa. Todo encajaba ahora.
Tranquilo y
sereno bajé a desayunar pensando en todo lo que habrían pasado las personas del
verdadero terremoto.
"EL SECRETO DE VALERIA" POR 4º DE E.P.O.
Érase una vez una niña que salió de su casa porque su madre la mandó a comprar. La niña se llamaba Valeria y aquel día cumplía seis años. Vivía con sus padres y su hermano Pablo en Chipiona. Valeria era una niña pequeña, graciosa y cariñosa. Ese día era un sábado soleado de noviembre. Valeria se había levantado a las ocho porque estaba muy nerviosa por su fiesta de cumpleaños.
Valeria terminó de comprar y por el camino se encontró a un hombre pobre. Le regaló un poco de su compra, además de una manta, porque le dio mucha pena. Le invitó a su casa y, de camino, se dio cuenta de que le había dado toda la compra al pobre. La niña se preocupó mucho y le mintió a su madre diciéndole que no había comprado nada.
Valeria estaba sentada en su cama reflexionando sobre lo que había dicho a su madre. Estaba un poco enfadada consigo misma.
Su cuarto es muy colorido, ordenado y con muchos juguetes. Tiene un ropero muy chiquitito con una tele muy grande encima y un cajón con sus maquinitas porque le encanta jugar con ellas. Es espacioso, colorido, luminoso y con decoración infantil. Cerca de la ventana hay una cama grande. Junto a la cama tiene una lámpara que se parece a una magdalena de colores. A su derecha está el póster de un perro multicolor con el fondo verde.
Estaba casi dormida cuando escuchó el timbre de su casa. Bajó a toda mecha y era su vecina Paula.
-Hola, Valeria. ¿Cómo estás?- preguntó Paula.
-Estoy bien. ¿A qué viene eso ahora?- respondió Valeria sorprendida por la pregunta.
-¿Quién es ese hombre que se asoma por la ventana de tu cuarto?- volvió a preguntar Paula con entusiasmo.
-Es un hombre pobre que he invitado a casa, pero no se lo digas a mi madre. Será nuestro secreto - susurró Valeria.
La madre de Valeria entró en el cuarto y por poco no sorprendió a las dos niñas sellando su secreto.
-¿Qué es esa mata de pelos que se asoma por el rincón de tu cuarto?- preguntó la madre enfurecida.
-Es el perro en el que me he gastado todo el dinero de la compra - contestó Valeria con descaro.
Valeria había vuelto a engañar a su madre en vez de explicarle lo que realmente había sucedido con el dinero de la compra.
Paula le dijo a Valeria que quería bajar a jugar al jardín y bajaron las dos corriendo por la escalera. En el rellano se encontraron con Mario, Alex y Natalia.
-¿A qué estáis jugando?- preguntó Natalia.
-A nada. Acabamos de bajar - respondió Valeria como sonámbula.
El pobre quiso ir al sótano y se cayó cuando bajaba por la escalera de madera. La madre se asustó con el ruido.
-¿Qué ha sido eso?
-Nada - contestó Valeria saliendo al jardín con sus amigos.
La madre bajó y se asomó al sótano. Allí estaba el pobre tendido. No se había hecho daño.
¿Quién es usted y qué hace en mi casa?
El mendigo le contó entonces todo lo sucedido.
-Su hija salió del supermercado, me dio la compra y una manta. Creo que no sabía cómo pedirte perdón- dijo el pobre.
-Vale. Gracias.
Luego miró a su hija con ternura.
-Te perdono, Valeria.
-Gracias, mamá - gritó Valeria abrazando a su madre.
Valeria suspiró y notó que se había quitado un gran peso de encima.
-Mamá, ¿podemos subir a preparar la fiesta? Quiero invitar a todos mis compañeros de clase.
Subieron a su cuarto y Valeria abrió su ordenador. Entró en su correo electrónico y comenzó a escribir las direcciones de sus compañer@s :
(Añadir lista)
Luego puso en el asunto: "Cumpleaños de Valeria" y añadió en el texto del mensaje: "Estás invitad@ a mi fiesta de cumpleaños. No faltes, por favor. Valeria".
Salió al jardín muy satisfecha y allí estaban sus amig@s y sus compañer@s de clase.
-¡Sorpresa!
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