Érase una vez una niña que salió de su casa porque su madre la mandó a comprar. La niña se llamaba Valeria y aquel día cumplía seis años. Vivía con sus padres y su hermano Pablo en Chipiona. Valeria era una niña pequeña, graciosa y cariñosa. Ese día era un sábado soleado de noviembre. Valeria se había levantado a las ocho porque estaba muy nerviosa por su fiesta de cumpleaños.
Valeria terminó de comprar y por el camino se encontró a un hombre pobre. Le regaló un poco de su compra, además de una manta, porque le dio mucha pena. Le invitó a su casa y, de camino, se dio cuenta de que le había dado toda la compra al pobre. La niña se preocupó mucho y le mintió a su madre diciéndole que no había comprado nada.
Valeria estaba sentada en su cama reflexionando sobre lo que había dicho a su madre. Estaba un poco enfadada consigo misma.
Su cuarto es muy colorido, ordenado y con muchos juguetes. Tiene un ropero muy chiquitito con una tele muy grande encima y un cajón con sus maquinitas porque le encanta jugar con ellas. Es espacioso, colorido, luminoso y con decoración infantil. Cerca de la ventana hay una cama grande. Junto a la cama tiene una lámpara que se parece a una magdalena de colores. A su derecha está el póster de un perro multicolor con el fondo verde.
Estaba casi dormida cuando escuchó el timbre de su casa. Bajó a toda mecha y era su vecina Paula.
-Hola, Valeria. ¿Cómo estás?- preguntó Paula.
-Estoy bien. ¿A qué viene eso ahora?- respondió Valeria sorprendida por la pregunta.
-¿Quién es ese hombre que se asoma por la ventana de tu cuarto?- volvió a preguntar Paula con entusiasmo.
-Es un hombre pobre que he invitado a casa, pero no se lo digas a mi madre. Será nuestro secreto - susurró Valeria.
La madre de Valeria entró en el cuarto y por poco no sorprendió a las dos niñas sellando su secreto.
-¿Qué es esa mata de pelos que se asoma por el rincón de tu cuarto?- preguntó la madre enfurecida.
-Es el perro en el que me he gastado todo el dinero de la compra - contestó Valeria con descaro.
Valeria había vuelto a engañar a su madre en vez de explicarle lo que realmente había sucedido con el dinero de la compra.
Paula le dijo a Valeria que quería bajar a jugar al jardín y bajaron las dos corriendo por la escalera. En el rellano se encontraron con Mario, Alex y Natalia.
-¿A qué estáis jugando?- preguntó Natalia.
-A nada. Acabamos de bajar - respondió Valeria como sonámbula.
El pobre quiso ir al sótano y se cayó cuando bajaba por la escalera de madera. La madre se asustó con el ruido.
-¿Qué ha sido eso?
-Nada - contestó Valeria saliendo al jardín con sus amigos.
La madre bajó y se asomó al sótano. Allí estaba el pobre tendido. No se había hecho daño.
¿Quién es usted y qué hace en mi casa?
El mendigo le contó entonces todo lo sucedido.
-Su hija salió del supermercado, me dio la compra y una manta. Creo que no sabía cómo pedirte perdón- dijo el pobre.
-Vale. Gracias.
Luego miró a su hija con ternura.
-Te perdono, Valeria.
-Gracias, mamá - gritó Valeria abrazando a su madre.
Valeria suspiró y notó que se había quitado un gran peso de encima.
-Mamá, ¿podemos subir a preparar la fiesta? Quiero invitar a todos mis compañeros de clase.
Subieron a su cuarto y Valeria abrió su ordenador. Entró en su correo electrónico y comenzó a escribir las direcciones de sus compañer@s :
(Añadir lista)
Luego puso en el asunto: "Cumpleaños de Valeria" y añadió en el texto del mensaje: "Estás invitad@ a mi fiesta de cumpleaños. No faltes, por favor. Valeria".
Salió al jardín muy satisfecha y allí estaban sus amig@s y sus compañer@s de clase.
-¡Sorpresa!
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