A las 7 de la mañana del miércoles ya estábamos preparando desayunos mientras los chicos dormían a la pata la llana. Me acerqué a la cabaña y comprobé que los equipajes estaban hechos tal y como acordamos la noche anterior. Aproveché para acercarme al super y comprar las últimas baguettes y algunos envasados de salchichón tipo bâton de bergère, del que se pega bien al riñón. Mari había calculado a la perfección lo que había que comprar para que no sobrara ni faltase nada.
Fui por segunda vez al alojamiento de los niños para tocar diana y bastó con abrir la puerta sin delicadeza. Un último toque para decirles que llevaran los equipajes a la cabaña para desayunar y dirigirnos a la salida. Pasamos revista de orden y limpieza y les pusimos un notable alto.Rafa echó la llave y fuimos a desayunar.
Desalojamos la cabaña una vez finalizado el desayuno, fregamos y tiramos la basura.
Entregamos las llaves en recepción a las 9:30 y nos devolvieron los 400€ de fianza.
Felicitamos y agradecimos a la dirección del camping por las mejoras apreciadas desde la última vez que nos alojamos y nos dirigimos a la puerta para coger por última vez la navette hacia PM.
La estación de los autobuses que enlazan con el aeropuerto de Beauvois está junto al Palacio de Congresos, en la misma PM.; así que fue bajarnos de un autobús para subir a otro. Un visto y no visto. El autobús se llenó en un momento y tardó más de una hora en llegar a su destino.
Nos dejó al comienzo de la T-1 y echamos el paseíto hasta la T-2 , que es de donde salen los vuelos para S evilla. Allí arranchamos las maletas y nos sentamos a esperar.
Sería la una de la tarde cuando consumimos los bocadilllos que habíamos preparado en el camping y decidimos repartir el dinero del fondo común para que cada uno comiese según su gusto y bolsillo, pues la oferta en el aeropuerto es variada y teníamos bastante tiempo antes del embarque.Poco después repartimos el dinero personal de gastos por si alguien quería comprar algún souvenir en dutty free.
A algunos los cachearon porque el escáner pitaba, pero no hubo ningún problema en el embarque y a las 17:10 en punto estábamos despegando.
Llegamos a San Pablo a las 21:20 tras un viaje tranquilo y espartano. Lo mejor, Los Pirineos.
En el aeropuerto estaban los padres de los niños que esperaban para abrazarlos y dar el último porte hasta nuestra Chipiona.
Gracias a Dios, ya estábamos en casa con una gran experiencia cultural en nuestras mochilas.
El viaje fue exactamente lo que habíamos imaginado y deseado.
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